El título es tan expresivo que casi no hace falta explicar nada más.
Pero, por si acaso: "Una crítica a los organismos de cooperación y las ONG", anuncia el subtítulo del ensayo. En medio, el nombre de su autor, Gustau Nerín.
"Llegué a Guinea [Ecuatorial] hace 21 años, cuando era estudiante de Historia de África y sentía curiosidad por conocer este continente", explica Nerín en un correo electrónico. "A partir de entonces, he viajado con frecuencia a Guinea y a otros países africanos y he vivido en Bata durante largos períodos de tiempo. A veces me ha tocado vivir en condiciones de gran precariedad. Actualmente vivo bastante mejor, aunque en Guinea nunca te libras de algunas incomodidades".
Nerín (Barcelona, 1968), es el autor de Un guardia civil en la selva, La última selva de España, L'antropòleg a l'olla y La guerra que vino de África. Cuatro relatos africanos amables en comparación con Blanco bueno busca negro pobre (Rocaeditorial).
El libro es una exposición de motivos que explica el fracaso y la perversión del sistema de cooperación (estatal y civil) que se dirige del mundo desarrollado hacia África.
"La solidaridad es un valor muy positivo, pero si se ejerce mal puede tener consecuencias nocivas. Hemos de trabajar con nuevas formas de solidaridad internacional que resulten más beneficiosas"
"Este libro pretende ser un revulsivo para aquella gente que se plantea interrogantes sobre la cooperación. Hay muchos estudios críticos sobre la cooperación, pero no han conseguido impactar sobre los agentes de cooperación. La solidaridad es un valor muy positivo, pero si se ejerce mal puede tener consecuencias nocivas. Hemos de trabajar con nuevas formas de solidaridad internacional que resulten más beneficiosas para el continente africano. Y hay organismos que han encontrado una buena vía para ello: la denuncia de las políticas injustas del Norte hacia el Sur (por ejemplo, en el campo de la deuda)".
En síntesis: ¿qué ha ido mal? "La cooperación con África ha fracasado, obviamente, porque no podía más que fracasar. En primer lugar, porque la cooperación muchas veces usurpaba el proceso de tomas de decisiones de los propios africanos: el desarrollo sólo puede proceder de uno mismo, nadie puede desarrollar a otro. Por otra parte, los fondos destinados a la cooperación eran absolutamente insuficientes para compensar las desigualdades existentes entre Norte y Sur".
"Los estados occidentales", continúa Nerín, "pueden ofrecer cooperación a los países africanos, pero, por otra parte, sus políticas exteriores son terriblemente nocivas para algunas partes de África. En realidad, cualquier política exterior es terriblemente egoista. La razón de Estado no entiende de solidaridades internacionales".
Y ahí aparecen conceptos como el de 'ayudadicción'. "Uno de los mayores problemas de la cooperación es que ha provocado un gran inmovilismo, tanto en África como en Occidente. Se creía que dando fondos a ONGs y a otros organismos de ayuda bastaba para resolver los problemas del continente. Esto, en el fondo, constituía un engaño monumental, porque los responsables de estos organismos sabían que no se estaba desarrollando realmente al Sur".
"La cooperación a veces parte de un gran paternalismo", continúa Nerín. "Se cree que los que mejor saben lo que necesitan los africanos no son ellos mismos sino los 'expertos' en desarrollo. Las poblaciones africanas han sido sistemáticamente ignoradas en la toma de decisiones sobre las políticas de desarrollo. La industria de la cooperación se ha convertido en un mecanismo terriblemente autoritario".
Y, en medio, los europeos de Europa, que nos hacemos los suecos. "En Europa a veces hay una sensación de que los africanos no han sabido aprovechar adecuadamente la maravillosa cooperación que se les envía. Las críticas a la cooperación suelen ser muy superficiales y no se procede a un cambio en profundidades de las dinámicas Norte-Sur, que es lo único que puede contribuir realmente a solucionar la situación del continente africano."
Al principio de esta entrevista, Nerín hablaba de las comodidades de las que disfruta actualmente y de la precariedad con la que ha vivido en el pasado. La explicación viene a cuento de uno de los capítulos de su libro, en el que describe la vida de los cooperantes occidentales en África. Cualquiera que haya pasado una noche en Dakar y haya salido a tomar una cerveza habrá visto la escena que describe 'Blanco bueno busca negro pobre': chicos y chicas blancos, guapos y sofisticados, viven una especie de Erasmus humanitario. Se divierten en pequeños enclaves de vida occidentalizada, ligan entre ellos y con los nativos, también guapos pero peor vestidos, pagan a precio de oro licores vulgares... ¿Cómo sentirse ante estas escenas?
"Los europeos que visitan África, tanto por cooperación como por otros tipos de trabajos se convierten, voluntaria o involuntariamente en privilegiados. En el fondo, no son nada más que una expresión de la supremacía occidental en el mundo... Puede resultar chocante su posición en los países africanos, pero en el fondo es absolutamente lógica. Cualquier occidental, en África, es un privilegiado".
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