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SOCIEDAD JUSTA

Es aquella en la que todos los seres humanos pueden vivir todos los derechos humanos

HAY SOCIEDAD, CULTURA Y ESTADO


Expresión que indica que se puede hablar de, por ejemplo, los españoles, alemanes... desde tres punto de vista, diferentes y no excluyentes.
La sociedad es un grupo de personas viviendo establemente en un territorio.
La cultura es la red de valores que organizan la vida y las aspiraciones de esas personas.
El Estado es la comunidad política, organizada en torno a las leyes, leyes que organizan el poder y su ejercicio.

LAPIDARIUM

No hay que olvidar nunca que la práctica cultural es más importante que la norma legal.

VERITATIS SPLENDOR 46-50

46. El presunto conflicto entre la libertad y la ley se replantea hoy con una fuerza singular en relación con la ley natural y, en particular, en relación con la naturaleza. En realidad los debates sobre naturaleza y libertad siempre han acompañado la historia de la reflexión moral, asumiendo tonos encendidos con el Renacimiento y la Reforma, como se puede observar en las enseñanzas del concilio de Trento. La época contemporánea está marcada, si bien en un sentido diferente, por una tensión análoga. El gusto de la observación empírica, los procedimientos de objetivación científica, el progreso técnico, algunas formas de liberalismo han llevado a contraponer los dos términos, como si la dialéctica -e incluso el conflicto- entre libertad y naturaleza fuera una característica estructural de la historia humana. En otras épocas parecía que la «naturaleza» sometiera totalmente el hombre a sus dinamismos e incluso a sus determinismos. Aún hoy día las coordenadas espacio-temporales del mundo sensible, las constantes físico-químicas, los dinamismos corpóreos, las pulsiones psíquicas y los condicionamientos sociales parecen a muchos como los únicos factores realmente decisivos de las realidades humanas. En este contexto, incluso los hechos morales, independientemente de su especificidad, son considerados a menudo como si fueran datos estadísticamente constatables, como comportamientos observables o explicables sólo con las categorías de los mecanismos psico-sociales. Y así algunos estudiosos de ética, que por profesión examinan los hechos y los gestos del hombre, pueden sentir la tentación de valorar su saber, e incluso sus normas de actuación, según un resultado estadístico sobre los comportamientos humanos concretos y las opiniones morales de la mayoría.

En cambio, otros moralistas, preocupados por educar en los valores, son sensibles al prestigio de la libertad, pero a menudo la conciben en oposición o contraste con la naturaleza material y biológica, sobre la que debería consolidarse progresivamente. A este respecto, diferentes concepciones coinciden en olvidar la dimensión creatural de la naturaleza y en desconocer su integridad. Para algunos, la naturaleza se reduce a material para la actuación humana y para su poder. Esta naturaleza debería ser transformada profundamente, es más, superada por la libertad, dado que constituye su límite y su negación. Para otros, es en la promoción sin límites del poder del hombre, o de su libertad, como se constituyen los valores económicos, sociales, culturales e incluso morales. Entonces la naturaleza estaría representada por todo lo que en el hombre y en el mundo se sitúa fuera de la libertad. Dicha naturaleza comprendería en primer lugar el cuerpo humano, su constitución y su dinamismo. A este aspecto físico se opondría lo que se ha construido, es decir, la cultura, como obra y producto de la libertad. La naturaleza humana, entendida así, podría reducirse y ser tratada como material biológico o social siempre disponible. Esto significa, en último término, definir la libertad por medio de sí misma y hacer de ella una instancia creadora de sí misma y de sus valores. Con ese radicalismo el hombre ni siquiera tendría naturaleza y sería para sí mismo su propio proyecto de existencia. ¡El hombre no sería nada más que su libertad!
47. En este contexto han surgido las objeciones de fisicismo y naturalismo contra la concepción tradicional de la ley natural. Ésta presentaría como leyes morales las que en sí mismas serían sólo leyes biológicas. Así, muy superficialmente, se atribuiría a algunos comportamientos humanos un carácter permanente e inmutable, y, sobre esa base, se pretendería formular normas morales universalmente válidas. Según algunos teólogos, semejante argumento biologista o naturalista estaría presente incluso en algunos documentos del Magisterio de la Iglesia, especialmente en los relativos al ámbito de la ética sexual y matrimonial. Basados en una concepción naturalística del acto sexual, se condenarían como moralmente inadmisibles la contracepción, la esterilización directa, el autoerotismo, las relaciones prematrimoniales, las relaciones homosexuales, así como la fecundación artificial. Ahora bien, según el parecer de estos teólogos, la valoración moralmente negativa de tales actos no consideraría de manera adecuada el carácter racional y libre del hombre, ni el condicionamiento cultural de cada norma moral. Ellos dicen que el hombre, como ser racional, no sólo puede, sino que incluso debe decidir libremente el sentido de sus comportamientos. Este decidir el sentido debería tener en cuenta, obviamente, los múltiples límites del ser humano, que tiene una condición corpórea e histórica. Además, debería considerar los modelos de comportamiento y el significado que éstos tienen en una cultura determinada. Y, sobre todo, debería respetar el mandamiento fundamental del amor a Dios y al prójimo. Afirman también que, sin embargo, Dios ha creado al hombre como ser racionalmente libre; lo ha dejado «en manos de su propio albedrío» y de él espera una propia y racional formación de su vida. El amor al prójimo significaría sobre todo o exclusivamente un respeto a su libre decisión sobre sí mismo. Los mecanismos de los comportamientos propios del hombre, así como las llamadas inclinaciones naturales, establecerían al máximo -como suele decirse- una orientación general del comportamiento correcto, pero no podrían determinar la valoración moral de cada acto humano, tan complejo desde el punto de vista de las situaciones.

48. Ante esta interpretación conviene mirar con atención la recta relación que hay entre libertad y naturaleza humana, y, en concreto, el lugar que tiene el cuerpo humano en las cuestiones de la ley natural.
Una libertad que pretenda ser absoluta acaba por tratar el cuerpo humano como un ser en bruto, desprovisto de significado y de valores morales hasta que ella no lo revista de su proyecto. Por lo cual, la naturaleza humana y el cuerpo aparecen como unos presupuestos o preliminares, materialmente necesarios para la decisión de la libertad, pero extrínsecos a la persona, al sujeto y al acto humano. Sus dinamismos no podrían constituir puntos de referencia para la opción moral, desde el momento que las finalidades de esas inclinaciones serían sólo bienes «físicos», llamados por algunos premorales. Hacer referencia a los mismos, para buscar indicaciones racionales sobre el orden de la moralidad, debería ser tachado de fisicismo o de biologismo. En semejante contexto la tensión entre la libertad y una naturaleza concebida en sentido reductivo se resuelve con una división dentro del hombre mismo.

Esta teoría moral no está conforme con la verdad sobre el hombre y sobre su libertad. Contradice las enseñanzas de la Iglesia sobre la unidad del ser humano, cuya alma racional es «per se et essentialiter» la forma del cuerpo. El alma espiritual e inmortal es el principio de unidad del ser humano, es aquello por lo cual éste existe como un todo —«corpore et anima unus» — en cuanto persona. Estas definiciones no indican solamente que el cuerpo, para el cual ha sido prometida la resurrección, participará también de la gloria; recuerdan, igualmente, el vínculo de la razón y de la libre voluntad con todas las facultades corpóreas y sensibles. La persona —incluido el cuerpo— está confiada enteramente a sí misma, y es en la unidad de alma y cuerpo donde ella es el sujeto de sus propios actos morales. La persona, mediante la luz de la razón y la ayuda de la virtud, descubre en su cuerpo los signos precursores, la expresión y la promesa del don de sí misma, según el sabio designio del Creador. Es a la luz de la dignidad de la persona humana —que debe afirmarse por sí misma— como la razón descubre el valor moral específico de algunos bienes a los que la persona se siente naturalmente inclinada. Y desde el momento en que la persona humana no puede reducirse a una libertad que se autoproyecta, sino que comporta una determinada estructura espiritual y corpórea, la exigencia moral originaria de amar y respetar a la persona como un fin y nunca como un simple medio, implica también, intrínsecamente, el respeto de algunos bienes fundamentales, sin el cual se caería en el relativismo y en el arbitrio.


49. Una doctrina que separe el acto moral de las dimensiones corpóreas de su ejercicio es contraria a las enseñanzas de la sagrada Escritura y de la Tradición. Tal doctrina hace revivir, bajo nuevas formas, algunos viejos errores combatidos siempre por la Iglesia, porque reducen la persona humana a una libertad espiritual, puramente formal. Esta reducción ignora el significado moral del cuerpo y de sus comportamientos (cf. 1 Co 6, 19). El apóstol Pablo declara excluidos del reino de los cielos a los «impuros, idólatras, adúlteros, afeminados, homosexuales, ladrones, avaros, borrachos, ultrajadores y rapaces» (cf. 1 Co 6, 9-10). Esta condena —citada por el concilio de Trento — enumera como pecados mortales, o prácticas infames, algunos comportamientos específicos cuya voluntaria aceptación impide a los creyentes tener parte en la herencia prometida. En efecto, cuerpo y alma son inseparables: en la persona, en el agente voluntario y en el acto deliberado, están o se pierden juntos.


50. Es así como se puede comprender el verdadero significado de la ley natural, la cual se refiere a la naturaleza propia y originaria del hombre, a la «naturaleza de la persona humana» , que es la persona misma en la unidad de alma y cuerpo; en la unidad de sus inclinaciones de orden espiritual y biológico, así como de todas las demás características específicas, necesarias para alcanzar su fin. «La ley moral natural evidencia y prescribe las finalidades, los derechos y los deberes, fundamentados en la naturaleza corporal y espiritual de la persona humana. Esa ley no puede entenderse como una normatividad simplemente biológica, sino que ha de ser concebida como el orden racional por el que el hombre es llamado por el Creador a dirigir y regular su vida y sus actos y, más concretamente, a usar y disponer del propio cuerpo» . Por ejemplo, el origen y el fundamento del deber de respetar absolutamente la vida humana están en la dignidad propia de la persona y no simplemente en el instinto natural de conservar la propia vida física. De este modo, la vida humana, por ser un bien fundamental del hombre, adquiere un significado moral en relación con el bien de la persona que siempre debe ser afirmada por sí misma: mientras siempre es moralmente ilícito matar un ser humano inocente, puede ser lícito, loable e incluso obligatorio dar la propia vida (cf. Jn 15, 13) por amor al prójimo o para dar testimonio de la verdad. En realidad sólo con referencia a la persona humana en su «totalidad unificada», es decir, «alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal» , se puede entender el significado específicamente humano del cuerpo. En efecto, las inclinaciones naturales tienen una importancia moral sólo cuando se refieren a la persona humana y a su realización auténtica, la cual se verifica siempre y solamente en la naturaleza humana. La Iglesia, al rechazar las manipulaciones de la corporeidad que alteran su significado humano, sirve al hombre y le indica el camino del amor verdadero, único medio para poder encontrar al verdadero Dios.

La ley natural, así entendida, no deja espacio de división entre libertad y naturaleza. En efecto, éstas están armónicamente relacionadas entre sí e íntima y mutuamente aliadas.


Centesimus annus 24


Una correcta antropología es el criterio que ilumina y verifica las diversas formas culturales históricas. El compromiso del cristiano en ámbito cultural se opone a todas las visiones reductivas e ideológicas del hombre y de la vida. El dinamismo de apertura a la verdad está garantizado ante todo por el hecho que « las culturas de las diversas Naciones son, en el fondo, otras tantas maneras diversas de plantear la pregunta acerca del sentido de la existencia personal ».
Centesimus annus 24

Gaudium et spes 61


El segundo desafío para el compromiso del cristiano laico se refiere al contenido de la cultura, es decir, a la verdad. La cuestión de la verdad es esencial para la cultura, porque todos los hombres tienen « el deber de conservar la estructura de toda la persona humana, en la que destacan los valores de la inteligencia, voluntad, conciencia y fraternidad ».
Gaudium et spes 61

UNA CULTURA ES UNA PROPUESTA DE CONVIVENCIA

Expresión que indica que toda cultura es una respuesta concreta a los grandes problemas de convivencia que tenemos todos los seres humanos de todas las épocas.

MORAL

Son las normas que una sociedad, una cultura o ura religión considera necesario para comportarse bien, convivir justamente

LA MORAL ES UNA GRAN SOLUCIÓN A LOS PROBLEMAS DE CONVIVENCIA

Convivir no es fácil. Por eso cada cultura, cada sociedad genera una moral, que son las normas que esa sociedad o esa cultura considera necesarias para comportarse bien, convivir justamente y alcanzar los objetivos que se propone la vid en común de las personas.

LA CULTURA NOS AYUDA A RESOLVER PROBLEMAS

La cultura son las vigencias que orientan la vida, en las grandes cuestiones de sentido - verdad, bien, belleza, justicia... - y en la vida cotidiana. Por eso ayuda a convivir, a sobrevivir, a desarrollar la propia vida de la mejor manera posible.

LA ÉTICA PROPONE UN IDEAL DE CONVIVENCIA UNIVERSAL

La ética es la reflexión filosófica sobre las reglas morales; busca una formulación de una ética universal, válida para todas las culturas. Por eso propone un ideal de convivencia universal.

HAY PROBLEMAS DE CONVIVENCIA UNIVERSALES

Son los que se dan en todas las culturas o sociedades. Por ejemplo: el valor de la vida humana; el reparto de los bienes; la participación en el poder; el ejercicio de la sexualidad; la organización de la familia y la educación de los hijos; el cuidado de los débiles; el trato a los extranjeros; la relevancia en la organización social de la dimensión sobrenatural de la realidad...

CADA SOCIEDAD/CULTURA HA ELABORADO UNA MORAL

Expresión que indica que cada cultura o sociedad elabora unas reglas de convivencia para lograr alcanzar sus fines: sobrevivir, convivir, facilitar la vida a todos sus miembros. A ese conjunto de reglas de convivencia le llamamos moral.

CIVILIZACIÓN

Todos los productos materiales de una cultura: objetos, edificios, obras de arte,... Muchas veces se usa como sinónimo de cultura: civilización azteca.

UNA REALIDAD ES LA SOCIEDAD, OTRA LA CULTURA

Sociedad es un grupo de personas viviendo juntas en un mismo territorio... cultura son los valores que orientan la vida de esas personas... No todas las personas tienen que compartir los mismos valores, las mismas orientaciones fundamentales en la vida.

LOS SERES HUMANOS VIVIMOS UNA MEZCLA DE NATURALEZA Y CULTURA


El proceso de hominización - la evolución - culmina con el cerebro humano...
que nos capacita para la inteligencia, el amor, la libertad y la religiosidad.

La cultura son las creaciones de los seres humanos a la hora de vivir humanamente... ejercitando esas capacidades,,,  y es lo que se recibe en la educación.

Sin cultura no se pueden desarrollar las capacidades, sin las capacidades no se puede crear cultura...

EDUCAR

Educar es, en sentido general, enseñar a vivir en una cultura. Es toda la ayuda y toda la influencia que una persona recibe, especialmente en los primeros años de su vida, que le capacita para vivir constructivamente en la sociedad y la cultura. Y por tanto para tener una identidad, poder vivir su proyecto personal de vida camino de la plenitud personal.
Educar es un arte: requiere habilidades, capacidades, intuiciones... que buscan lo mejor posible para el que es educado. Toda educación es fruto de encuentros personales.
Educar es una técnica: uno puede capacitarse muy específicamente para ayudar a la transmisión de la cultura de tal modo que se facilita a la persona que pueda llegar a ser el mejor yo posible y a desarrollar sus capacidades al máximo posible según la altura de los tiempos que le toca vivir.

CRECEMOS COMO SERES HUMANOS MEDIANTE LA EDUCACIÓN


Educar es enseñar a vivir en una cultura
Educar a ayudar a ser el mejor yo posible a la altura de los tiempos que toca vivir
Educar es ayudar conscientemente en el proceso de humanización personal
Hay que tener voluntad de dejarse ayudar, de aprender, de crecer, de mejorar para que la educación sea todo lo que puede llegar a ser: o sea, voluntad de humanización.
El proceso de educación nunca termina: la sociedad y la cultura es muy dinámica.

UNA REALIDAD ES LA SOCIEDAD Y OTRA LA CULTURA

Sociedad es un grupo de personas viviendo juntas en un mismo territorio... cultura son los valores que orientan la vida de esas personas... No todas las personas tienen que compartir los mismos valores, las mismas orientaciones fundamentales en la vida.

NUESTRO CEREBRO ES SOCIAL


Expresión que indica que, mediente los procesos de aprendizaje, cada ser humano crece como ser humano, se humaniza. Las redes neuronales del cerebro se crear y se desarrollan adecuadamente si hay procesos de interacción social - influencias de los demás, educación - que favorecen el desarrollo de las capacidades más específicamente humanas. 
... nuestro cerebro crece como cerebro humano si hay una cultura humana que lo potencia, lo educa, que posibilita las capacidades específicamente humanas...