Un tren avanza, espléndido y veloz...
Corta los campos como una flecha, aunque a veces traquetea y da un poco de miedo.
Penetra las montañas. Traspasa los ríos. Cruza las ciudades.
De día, de noche, con buen tiempo o en medio de tormentas.
Se desliza como si fuera una serpiente mecánica, sin obstáculos, poderoso... inexorable.
Su forma, sus colores, su velocidad: casi parece perfecto... inmensamente asombroso...
Dentro del convoy tiene lugar el desarrollo de un drama: el drama de la humanidad, de nuestra humanidad.
Y en el tren viajamos toda clase de gente... en el tren hay gente “ pá tó”...
Gente de toda raza, lengua, pueblo y condición...
Gente que conversa y gente que calla. Gente sabia y gente necia...
Gente que trabaja y gente que dormita. Gente creativa y gente destructiva...
Gente que contempla el paisaje. Gente que rapiña todo lo que puede las materias primas...
Gente que negocia, preocupada. Gente que ayuda a que los demás tenga trabajo digno...
Gente que descubre los mecanismos del tren y cree que lo domina... Gente que cree que las cosas pasan porque sí...
Gente que reza y contempla con confianza el poder de la realidad del tren y los paisajes...
Gente que maldice la realidad y considera que el ser humano es de lo más dañino que le ha pasado a la realidad...
Gente que busca y dice la verdad... gente que huye y miente...
Gente que busca y hace el bien... gente que huye y hace daño...
Gente que nace y gente que muere. Gente que salva vidas, gente que mata humanos...
Gente que ama admirablemente y gente que odia secretamente.
Gente generosa hasta el sacrificio personal y gente egoísta hasta lo inconcebible.
Gente misericordiosa y gente cruel...
Gente que hasta discute la dirección del tren: ¡el convoy tomó una dirección equivocada!
Gente que cree haberse confundido de tren.
Gente que protesta, incluso, contra el tren mismo: "¡No debiera haberse construido ningún tren, puesto que...!"
Gente que proyecta trenes más rápidos. Gente que quisiera ir en carreta o en burro...
Gente que acepta el tren agradecida, disfrutando y celebrando sus ventajas.
Gente que no se hace problema: sabe que llegará con seguridad a su destino. ¿Por qué preocuparse?
Gente que corre nerviosa, hacia los vagones de cabeza: ¡quisiera llegar más aprisa!
Gente contradictoria, que va en dirección opuesta a la del convoy,
caminando absurdamente hacia el vagón de cola: ¡quisiera huir del tren!
Y el tren sigue corriendo, impasible, hacia su prefijado destino.
Transporta pacientemente a todos, sin distinguir entre el amargado y el comprometido.
Ni deja tampoco de transportar gentilmente a sus contradictores.
A nadie se niega.
Lleva a todos.
Nos lleva a todos.
Y a todos ofrece la oportunidad de realizar un viaje espléndido y feliz.
Pero no es evidente el término del viaje...
no tenemos absoluta certeza de si llegará a una ciudad fraternal de sol y de descanso
o si será un viaje eterno, sin origen y sin destino...
en el que solamente se viaja y nosotros somos una mera anécdota intrascendente del viaje...
El viaje es gratis para todos: te lo dan... pero nadie puede salir ni evadirse.
Se vive dentro del tren.
Y ahí es donde se ejercita la libertad, la inteligencia y el amor:
se puede ir hacia adelante o hacia atrás,
cabe modificar los vagones o dejarlos intactos,
se puede disfrutar del paisaje, aburrirse con los vecinos, hacerles la puñeta o usarles para nuestros intereses...
es posible aceptar gustosamente el tren o rechazarlo con acritud.
Mas no por eso deja el convoy de avanzar, infatigable.
Tú yo viajamos en ese tren: es la realidad, es la historia, es este mundo...
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¿Cómo viajas?
¿Cómo interpretas el viaje?
¿Qué haces, o quieres hacer, en ese viaje?
¿Con quién? ¿ Por qué? ¿Para qué?